DÍA 4: Aterrizaje: De los carajillos de penalti al festival del pene de Kawasaki

¿Habéis visto la secuencia de “La Ciudad no es para mi” donde Paco Martínez Soria, aparece lleno de bártulos en mitad de Madrid y con dos gallinas en la maleta? Pues quitadle 40 años y soy yo entrando en Yokohama.

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“¿Y los de mi pueblo cuando llegamos a Yokohama, señor agente?”

Salí de mi casa a las 8 de la mañana del día 2 y no llegué hasta las 13:00 del día 3 y en esas veinticientas horas de viaje, el trayecto se fue complicando exponencialmente. Primero pasé del tren al avión y ya se sabe, escáneres, quitate las botas, saca el portátil, saca la cámara, por qué llevas monedas en los bolsillos, por qué pones esa cara, no se admiten kalashnikovs, etcetc…Luego el cambio de idioma, porque en Barajas bien, en Frankfurt regular y en Haneda estás jodido. Y para terminar y no por ello menos importante, las horas: Cuarenta y cinco minutos a Madrid, dos horas a Frankfurt, diez a Tokio. Drama exponencial.

Es mentira, realmente el viaje fue como la seda, no me perdieron la maleta, cosa que es de agradecer en un vuelo con escalas, me cambiaron de economy a premium economy, que es un poco “eres pobre, pero no tanto” en el vuelo de Frankfurt a Tokio. El avión era nada menos que un Boeing 747 de los típicos que sufren ataques terroristas, fallos terribles o explosiones en todas las películas de los 80 y 90. Ya que me pusieron en premium economy preferí pensar que era Harrison Ford (ojalá), en el Air Force One (más ojalá todavía).

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*dramatización

La verdadera aventura me esperaba al llegar al aeropuerto de Haneda, donde tenía que coger un bus de línea para llegar al Yokohama Central Air Terminal a encontrarme con mi tutor, Hiroto, un chaval de cuarto de arquitectura. A ver como le explicaba yo a un autobusero de “la Rober” de Yokohama que me avisara cuando fuera mi parada. Menos mal que la gente del bus me echó un cable y al final conseguí llegar sano y salvo, que no es poco.

Por suerte, en todo este despiporre kanji, Héctor, un asturiano made in ETSAC me ha adoptado y enseñado un montón de cosas. Todo un sensei. Él cogió y se vino solo a la aventura, y a lo largo de seis meses a conseguido cogerle el ritmo a la ciudad maravillosamente a base de revolverse como gato panza arriba ante los problemas. Gracias a él conseguí orientarme al poco de aterrizar en estas tierras.

El mismo día de la llegada, me compré con unos amigos que hice en la residencia, el desayuno en un Family Market, el Badulaque japonés. Yo solo buscaba un miserable café para no tener mono al día siguiente, vi una botella muy bonita que ponía en letras romanas “Espresso” y la compré, y para aderezarlo un dorayaki, por todos los capítulos de Doraemon que me metí entre pecho y espalda haciendo la tarea de pequeño. A la mañana siguiente, me trinco el café y lo noto raro, como insípido pero calentito de más, así que pensé que era cosa de los japoneses y sus cosas raras de beber. Sin embargo cuando estoy a mitad de un bocado del dorayaki (que tenía una extraña mermelada amarga y a día de hoy sigo sin saber de que es) me doy cuenta de que pone en pequeño “with bourbon and amarello”. Total, lingotazo de carajillo in the morning, y las pilas puestas para ir al Hanami, uno de los festivales de primavera japoneses.

Carajillo

 

Dorayakis

Hanami significa literalmente “ver flores”, así que la gente coge un mantelillo, y se dedica a comer y beber a la sombra de los cerezos. Pero claro, cerezos japoneses, que son gigantescos como robles, con las ramas retorcidas y enjaezados con unas flores delicadísimas blancas y rosas, que pierden los pétalos antes de ponerse mustias. Por tanto en esta época, las calles son un mar de diminutos pétalos que caen como si fuera nieve rosa de los árboles. Es asombroso caminar por un parque durante el Hanami.

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Pero para asombroso, aunque no en el mismo sentido, el festival del pene de Kawasaki. Era algo que había visto en internet, pero como “la típica cosa japonesa que sabes que como está en Japón no vas a ver” HASTA QUE VAS. Es nada menos que un festival sintoista (la cosa no es baladí, no) donde se venera un falo que da protección, suerte en los negocios y en los nacimientos, y te protege de los pipis de abajo. Son tres imágenes, un falo gigantesco rosa, llevado a hombros por travelos, un tronco de madera con un minipito, y una capilla de madera ensamblada con un falo metálico. Este falo metálico representa un falo metálico legendario forjado para romperle los dientes a un demonio que vivía en la vagina de una mujer y que causó dos castraciones. Eso nada menos que en Domingo de resurrección, todo sea por estar de procesiones.

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Después del shock tocaba fiesta presentación de la gente de la residencia, que somos cuatro gatos, pero muy muy atentos. De hecho me sentí muy arropado, ya que como era mi cumpleaños (y a pesar de que yo no se lo había dicho a mucha gente) me prepararon una tarta con velas y me cantaron, primero los Españoles: Héctor-sensei y Rubén, un gaditano también apañadérrimo que me ayuda con la burocracia y los academicismos. Luego el resto, que se dejaron la garganta, y a posteriori, el hígado.

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Foto de Marcela Morales

Hoy en la universidad, presentaciones y todo eso, en un campus campus (énfasis). Un verdadero parque, donde edificios con unas estructuras sísmicas bestiales aparecen ocasionalmente, y entre ellos, la Y-GSA (la ETSA, vaya) que tiene una concepción radicalmente innovadora de los talleres. En ellos cuatro profesores trabajan a la vez a los alumnos, que eligen según el tema de desarrollo del profesor. Todo esto dentro de un solo espacio enorme, donde tienen sus propios puestos de trabajo y (atención España) los alumnos no tienen que llevarse las maquetas a su casa puediendo además abrir y cerrar a su antojo el taller.

Los japoneses al vernos a cuatro arquitectos outsiders (dos italianos, una canadiense y servidor) se han desenvuelto en halagos, atenciones y todo tipo de elogios. Nos han regalado publicaciones, panfletos, y hemos hablado durante horas.

Pero lo bueno de verdad viene mañana, la presentación de los temas de arquitectura y solo os daré una pista: Riue Nishizawa está.

Hasta ahí puedo leer, buenas noches.

6 thoughts on “DÍA 4: Aterrizaje: De los carajillos de penalti al festival del pene de Kawasaki

  1. Pero qué arte tienes contando tus aventuras. Puedo ver que la llegada a Yokohama ha sido epiquísima. Espero que mantengas el nivel. 😉
    ¡Abrazooooos!

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  2. ¡Qué riquiño, Manu!

    ¡Y qué fotacas!

    CREO que lo que llevan los dorayakis dentro es una mermelada de alubias o algo así, y no el chocolate que nos vendían a Doraemon, 😦

    Seguiré leyendo tus aventuras, ❤

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